lunes, 5 de julio de 2010

la felicidad está en las experiencias, vende emoción.

La crisis nos aporta interesantes cambios en nuestras decisiones, ahora venden más las experiencias que los objetos, preferimos invertir menos en objetos y más en experiencias nuestras historias. Los objetos se devaluan o se acumulan por doquier, las experiencias nos enriquece, quedan dentro,y nos aportan valores personales. Generan opinión. 

A la hora de compartir es fundamental tener algo que explicar que nos haya implicado y este punto de vista cambia la visión de hacer publicidad. Apela a la emoción, gratificación sensorial, los objetos se venden por sus aportaciones, en lugar de por sus características técnicas. 
Recuerda "¿te gusta conducir? BMW"

 Según un estudio realizado por Cornell University, las personas tenemos muchas más posibilidades de experimentar felicidad a través de experiencias que con la adquisición de productos, por muy deseables que sean. La gente tiende a evaluar la satisfacción personal en relación a la de los demás y las experiencias resultan mucho menos comparables. La crisis económica ha recortado el gasto en productos, sustituyéndolos por actividades y servicios.


Artículo de Euskadinnova:
Las empresas publicitarias hace tiempo que se han dado cuenta de ello y por eso la mayoría de anuncios venden experiencias, y no productos concretos. El estudio de Cornell University se basa en el hecho de que tendemos a valorar nuestra felicidad comparándola con la que obtienen las personas de nuestro alrededor, y en cuestión de productos, resulta muy fácil que la alegría de una nueva compra se disipe al ver otro objeto mejor. Una experiencia, en cambio, es más difícil de comparar. En uno de los experimentos del estudio, se ofreció a un grupo de voluntarios una bolsa de patatas, mientras que en la mesa había también una barra de chocolate. Los voluntarios valoraron positivamente la prueba. En una segunda fase, se les ofreció un pequeño regalo, situado al lado de un producto más valioso, y esta vez los participantes se fueron bastante más insatisfechos, puesto que en este caso el valor de lo que dejaban atrás era mucho más cuantificable.

Además del factor de comparación, los productos tienden inevitablemente a devaluarse con el tiempo, y las experiencias, en cambio, pasan a formar parte de nosotros mismos, convirtiéndose en recuerdos y ganando valor a través de los años. Un argumento psicológico a favor de la reducción del consumo, que a largo plazo podría ayudar a minimizar el cúmulo de desechos.
Si bien las causas no han sido medioambientales, en este último año se han reducido sensiblemente los hábitos de consumo de la población, sustituyendo la compra de productos por actividades. Tal y como recogía un artículo del New York Times, la crisis económica ha generado un cambio de hábitos hacia la búsqueda de experiencias, las familias han cambiado los sábados en centros comerciales por paseos, barbacoas o actividades culturales y espacios como los museos han aumentado su número de visitas en relación a años anteriores. Una tendencia que se está dando no sólo en Estados Unidos, sino a nivel general, puesto que la gente prefiere recortar su gasto en compras más allá de los productos necesarios e invertir el dinero disponible en actividades y experiencias sociales, más efímeras pero que adquieren mucho más valor a lo largo del tiempo.

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